Iranzu Solchaga | Terapia Ocupacional de San Jerónimo
Las personas somos seres sociales por naturaleza. Desde que nacemos y a lo largo de nuestra vida pertenecemos a distintos grupos, la familia, los y las compañeros/as de colegio, la cuadrilla, el grupo del trabajo… Algunas forman nuevas familias, otras no, pero con el paso de los años tanto unas como otras van reduciendo su círculo social; tras la jubilación se pierde el contacto con la cuadrilla, las personas del trabajo y familiares fallecen…y todo esto implica en muchas ocasiones sentimientos de soledad y aislamiento.
La participación social es fundamental para el bienestar emocional y físico de las personas. El desarrollo de las habilidades sociales y el sentimiento de pertenencia a un grupo ofrece beneficios como la mejora de la salud mental y la autonomía personal.
Como es el caso de Tere, una de las usuarias del centro de día que acudió al centro poco tiempo después de fallecer su marido, su apoyo más importante durante mucho tiempo, ya que sus 2 hijos viven en ciudades lejanas a esta. Ella los primeros días manifestaba estar muy sola en casa, que nadie le hacía caso y cada vez salía menos, solo a comprar.
Comenzó en el centro de día y no mostraba gran motivación por la participación en las actividades, ella prefería mantenerse al margen. Como terapeuta ocupacional del centro de día de San Jerónimo y su profesional de referencia, a través de sus preferencias y gustos, bases de la Atención Centrada en la Persona (ACP), fui involucrándola en las actividades que eran de su interés y que se trabajara en grupo para fomentar la interacción social.
Por ejemplo, se le incluyó en el taller de jardinería permitiéndole trabajar conjuntamente en grupos, compartir experiencias y aprender sobre el cuidado de las plantas. Esto no solo les estimula habilidades motoras, sino que también genera un sentimiento de comunidad.
Otra de las actividades en las que participa son los talleres de cocina, donde cada una de las personas aporta sus conocimientos, fortaleciendo los lazos entre ellas, ayudándolas a desarrollar habilidades comunicativas y de trabajo en equipo.
Además, las actividades intergeneracionales, como las visitas y actividades organizadas por el alumnado de los colegios a las que asisten las personas usuarias del centro, es una delas actividades en las que Tere se siente más cómoda ya que son una excelente manera de fomentar la interacción entre diferentes grupos de edad. Estas experiencias enriquecen la vida social de ambos grupos y promueven el intercambio de conocimientos y vivencias.
Desde el comienzo de estos talleres se observa como los comentarios sobre sentirse sola, que nadie le hace caso, han desaparecido, además ha aumentado considerablemente la motivación y las ganas para participar en todas las actividades propuestas desde el centro de día.
En conclusión, el centro de día ha cambiado la actitud frente a su nueva vida. No solo ha mejorado su bienestar físico y mental, sino que también le ha proporcionado un sentido de pertenencia y ha encontrado un ambiente donde la participación social es un pilar esencial en su vida diaria.