Iara Lezáun Polido | Psicóloga de la Residencia San Jerónimo
¿Qué es la inteligencia emocional? Daniel Goleman, uno de los más destacados psicólogos que desarrolla la inteligencia emocional, comenzaba su libro “La inteligencia Emocional” con un extracto desarrollado por Aristóteles que dice así: “cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo”. Con esta introducción, Aristóteles y Goleman trataron de explicar que, todas las personas conocemos, en cierta medida, las emociones y reconocemos sentirlas. Lo que no es fácil es conocerlas en profundidad, aceptarlas y manejarlas adecuadamente tanto las propias como las ajenas.
La inteligencia emocional es, a groso modo, la manera en que una persona es capaz de reconocer sus propias emociones y actuar frente a una situación de manera adaptativa. Gracias a ello, es capaz de reducir el sufrimiento y desarrolla habilidades de autogestión emocional. Asimismo, empatiza con los sentimientos de otras personas. El término “inteligencia” no tiene nada que ver con el coeficiente intelectual o el nivel de estudios, sino que define la “capacidad de reconocer, adaptarse, sentir y autorregularse”.
Aprender a comprender y aceptar los cambios es algo crucial para conseguir bienestar
Pero, ¿por qué es tan importante conocer las emociones y por qué es significativo a la hora de atender y acompañar a personas mayores? A continuación, os cuento el por qué.
El declive físico, el aislamiento social por prejuicios, el deterioro cognitivo, las enfermedades, la torpeza motriz, la pérdida de seres queridos… son factores que suponen un impacto en la esfera emocional y en la esfera del bienestar durante la tercera edad. Aprender a comprender y aceptar los cambios es algo crucial para conseguir bienestar y, de esta manera, promover el envejecimiento activo. Las personas mayores vivieron una época donde expresar cualquier emoción, como la tristeza o el miedo, era algo que repercutía en su vida social o familiar, haciendo a la persona más “débil”. En esta etapa de la vida pareces nadar a contracorriente, por lo que son más accesibles los pensamientos negativos y la indefensión. El también conocido como “edadismo” fomenta el aislamiento en la tercera edad, considerándola un estorbo en nuestra sociedad y discriminándola como tal.
Por ese motivo, trabajar la inteligencia emocional aporta recursos cognitivos y emocionales, aprendiendo a ser más flexibles con los nuevos (y no tan nuevos) acontecimientos, continuando con el trabajo del autodesarrollo y la realización personal. Con todo esto logramos conocernos, aceptarnos, comprender a la otra persona y dominar sobre la emoción.
Las emociones, por tanto, mantienen a la persona conectada con ella misma y su entorno
Las emociones juegan un papel sustancial en el envejecimiento activo, pero ¿cómo? La mente y el cuerpo están más conectados de lo que creemos. Es decir, como pensamos, padecemos. En 1974, el psicólogo Robert Ader descubrió que el sistema inmunológico podía aprender al igual que el cerebro, lo que abrió la puerta al descubrimiento más reciente: la psiconeuroinmonología o también denominada la relación entre el sistema nervioso, el sistema inmune y los procesos psicológicos.
Otro investigador, David Felten, descubrió a través del microscopio que una red de nervios llegaba hasta los vasos sanguíneos y el sistema inmune. Para poner un ejemplo sobre este hecho, tenemos el estrés. El estrés es una reacción ante una exigencia o reto en el ambiente, desarrollándose en tres fases: reacción, resistencia y agotamiento. Durante la fase de reacción, el cuerpo se prepara para “huir”, donde se dispara la adrenalina hacia todas las partes del cuerpo. En esta fase el cortisol también aumenta, provocando niveles altos de azúcar en sangre y disminuyendo el sistema inmunitario para ahorrar energía. En la fase de resistencia, se produce un proceso homeostático, donde poco a poco el cuerpo va recuperando los niveles normales después del sobreesfuerzo. Por último, en la fase de agotamiento, el cuerpo queda debilitado. En este proceso de agotamiento, es donde se abre el paso a las enfermedades. En otras palabras, un estado emocional desmedido y mantenido en el tiempo crea vulnerabilidad ante la enfermedad. Las emociones, por tanto, mantienen a la persona conectada con ella misma y su entorno, demostrando la importancia de éstas en su salud, en su manera de actuar y en sus relaciones.
Depende de cada profesional de la psicología ayudar y guiar a la persona mayor a lograr el camino hacia el equilibrio y el bienestar
Uniendo el trabajo de la inteligencia emocional al modelo de Atención Centrada en la Persona lograremos múltiples beneficios. Nos ayudará a reconocer a la persona mayor como alguien valioso, autónomo y singular, empoderándola. Conocer su historia de vida identificando capacidades, intereses o preferencias para poder ofrecer actividades significativas, pudiendo también ofrecer mejores apoyos y atención desde el equipo de trabajo, sin olvidarse de promover y mantener sus relaciones con el entorno y las demás personas. Para obtener inteligencia emocional en la persona mayor, nos centramos en los siguientes ámbitos:
- Autoconciencia o autoconocimiento emocional: donde aprendemos a conocer sus emociones y sentimientos y cómo estos influyen en su día a día. En este momento, también se procura destacar las capacidades, fortalezas y flaquezas que la persona tiene.
- Autocontrolo autorregulación emocional: como su propio nombre indica, es regular o controlar nuestras emociones y sentimientos, sin dejarnos llevar por el impulso del momento.
- Motivación propia o automotivación: consiste en guiar nuestras emociones con un claro objetivo, la motivación. Centrando la atención en el objetivo final y no en los obstáculos. Con ello promovemos la iniciativa y la positividad hacia metas realistas y beneficiosas.
- Empatía o reconocimiento y comprensión de las emociones de otra persona: establecer mejores relaciones interpersonales e identificar de manera sencilla lo que las personas son y expresan.
- Habilidades sociales: aprender a comunicarnos y comprender el mundo de la otra persona.
En definitiva, depende de cada profesional de la psicología ayudar y guiar a la persona mayor a lograr el camino hacia el equilibrio y el bienestar, promoviendo una escucha activa, identificando cada capacidad y fortaleza, descubriendo aquellas cosas que son importantes para ella, animando a conservar sus relaciones interpersonales, participando en su valoración, planificación y seguimiento de cuidados. Y, por último, procurando ser una referencia para esa persona, que nos vean como alguien en quien confiar y acudir en el momento que necesite. Porque existirán momentos que no podrán controlar: la muerte de un familiar, una larga enfermedad… pero si podremos enseñar otras vías de comunicación y armonía emocional para enfrentarse. La inteligencia emocional es esencial pero modificar el foco de atención y la actitud es lo que de verdad hace que llegue el cambio. Como profesionales, es interesante el poder aprender también sobre inteligencia emocional y, porque no, aplicarla sobre las propias emociones y sentimientos. Para finalizar me quedaría con una frase de Louis Holtz, uno de los más famosos entrenadores de fútbol americano universitario y un gran orador y coach “un 10%es lo que te pasa y un 90% el cómo reaccionas”.